sábado, 21 de abril de 2012

Supongo que pasará un par de veces. Es fácil cuando usas nombres ficticios, cuando cómodamente te sientas (o recuestas) en tu cama y mandas a una emisaria a vivir. No eres tú, es otra que toma tu rostro y tus manos prestadas. Eres tú, que te vuelves dos, que pierdes tu identidad pero tienes todo bajo control. Es el nombre de ella el que escuchas susurrar en tu mente, las sonrisas de sus labios, la alegría y sufrimiento (porque hay que ser realistas) inducidos… te esmeras en darle una oportunidad feliz, una historia divertida y secreta (porque esas cosas no se le cuentan a los demás… se reirían de ti). Y así sobrevives. Así sigues bien. Nada es real, no decides realmente ni echas todo a perder. Si las cosas no resultan simplemente pides perdón (o haces que te lo pidan) y siempre existirá. Y cuando las cosas se vuelven complicadas, cuando ella se gira para enfrentarse a tus ojos y te pregunta en qué momento será real para ti, cortas todo y te vas, pensando en otra cosa (supuestamente, porque pocas veces lo logras). Es fácil imaginar su nombre. No es el tuyo. No es personal. No eres tú, es ella. Es otra. Es extraño. Es raro ver mi nombre. Es raro escuchar mi nombre. Es extraño tener recuerdos que no me inventé. Es raro que digas mi nombre. Es extraño todo esto. Muy extravagante. Pero creo que ya era tiempo, ¿no? Si Si ya lo es Me atrevo :) (aunque aún castañean los dientes...)

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